CÓMPLICES DEL GENOCIDIO: EL ROL DE LOS 'PERIODISTAS' QUE EJERCIERON SU PROFESIÓN EN DICTADURA
Profesionales que el Colegio de Periodistas suspendió y expulsó de sus cargos. Condenas con un alto desprestigio tanto en su profesión como en su calidad humana.
El rol de esos periodistas y medios informativos que violaron el código de ética que regula la profesión. En un sumario del Colegio aparecen vinculados a una operación montada por la DINA los periodistas Claudio Sánchez, Julio López Blanco, Roberto Araya Silva, Vicente Pérez Zurita y Manfredo Mayol Durán.
El ex periodista Roberto Araya Silva fue sometido a proceso como encubridor de los homicidios calificados de Alberto Gallardo Pacheco, Catalina Gallardo Moreno, Mónica Pacheco Sánchez y Luis Andrés Ganga Torres, ejecutados por la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) el 19 de noviembre de 1975.
Según informó oficialmente el Poder Judicial (PJ) del Estado chileno, el 31 de enero del 2012, la investigación del ministro en visita Alejandro Solís Muñoz, estableció que “el 17 de noviembre de 1975, se produjo un enfrentamiento en calle Bío Bío de Santiago, donde resultaron muertos un militar y el militante del MIR Roberto Gallardo Moreno. El 18 de noviembre fueron detenidos en sus domicilios todos los integrantes de la familia Gallardo y conducidos hasta el cuartel general de Investigaciones [hoy Policía de Investigaciones (PDI)], en calle General Mackenna, donde fueron interrogados y torturados. En la madrugada del 19 de noviembre de 1975 fueron liberados algunos de los miembros de la familia, a excepción de Alberto Recaredo Gallardo Pacheco, Catalina Ester Gallardo Moreno y Mónica del Carmen Pacheco Sánchez [embarazada de 3 meses], quienes fueron puestos a disposición de la DINA y trasladados hasta el recinto de ‘Villa Grimaldi’”. Todos los detenidos, incluidos dos sobrinos menores de edad de Pacheco Sánchez, fueron interrogados por el director de Investigaciones, general Ernesto Baeza Michelson, quien les dijo que los dejaba en libertad, pero era mentira.
Araya no trabajó sólo
Con la colaboración de varios periodistas y los más importantes medios de comunicación de la época, estos asesinatos perpetrados en el campo de torturas y exterminio “Villa Grimaldi” fueron disfrazados como “bajas terroristas” de un falso enfrentamiento escenificado en el lado opuesto de la ciudad, en el fundo experimental “Rinconada de Maipú”, entonces un predio agrícola del oeste de Santiago, camino al aeropuerto Pudahuel, arrebatado por los servicios de represión de la dictadura a la Facultad de Agronomía de la Universidad de Chile.
Araya Silva y Julio López Blanco, otro periodista de Canal 7-TVN, hicieron un reportaje a dúo con el libreto de la Dirección Nacional de Comunicaciones (Dinacos) en el escenario dispuesto por la DINA: “En los cerros de Rinconada de Maipú, se registró un violento enfrentamiento a tiros de más de treinta minutos de duración, entre las fuerzas de DINA e Investigaciones, y un grupo de extremistas que se parapetó fuertemente armado en esos cerros. Resultaron muertos seis extremistas, huyendo uno de ellos". Mientras la cámara mostraba a un López encuclillado y ataviado con un impecable traje de lino blanco exhibiendo cápsulas de utilería de balas supuestamente percutadas en la contienda, Araya brincaba entre pequeños arbustos balbuceando dónde operaron los protagonistas del “enfrentamiento”. No mostraron nada parecido huellas de sangre, ni siquiera salsa de tomates, tampoco había cadáveres, sólo cápsulas vacías, piedras, arbustos y el pasto ralo de una suave ladera. Contrariando el sagrado lema “una imagen vale más que mil palabras, aquí los “periodistas” pretendieron insuflar al magín del televidente estimulación oral a capella y de lo último.
El jefe de Prensa de Canal 7-TVN y superior de Araya y Blanco era Vicente Pérez Zurita, formado en la Universidad Católica, quien se desempeña como profesor de en varias universidades privadas donde enseña “nuevo periodismo” y ética periodística. Por encima de todos, en la jerarquía de TVN estaba el director general Manfredo Mayol Durán, otro periodista con información universitaria.
Claudio Sánchez Venegas, otro periodista formado en la Universidad Católica, también escenificó in situ el reportaje exclusivo con el libreto DINA-Dinacos para la Corporación de TV Canal 13, de la Pontificia Universidad Católica, que hoy pertenece al Grupo Luksic. Toda la prensa repitió el mismo guión, comenzando por los diarios de Agustín Edwards, El Mercurio, La Segunda, Últimas Noticias, etc., y Copesa, la otra rama del duopolio del papel impreso, hizo lo mismo en La Tercera, revista Qué Pasa y lo hicieron todos los medios del país.
A la par las cómplices cámaras de la peor época de la dictadura mostraban a Julio López y Claudio Sanchez ataviados con impecables trajes de lino blanco, exhibiendo cápsulas de utilería de balas supuestamente percutadas en la contienda. Estos periodistas como un acto de teatro mal montado, brincaban entre pequeños arbustos balbuceando dónde operaron los protagonistas (los que ellos llamaban “terroristas”) del “enfrentamiento”. No mostraron nada parecido a huellas de sangre, ni siquiera salsa de tomates, tampoco había cadáveres, sólo cápsulas vacías, piedras, arbustos y el pasto ralo de una suave ladera.
Uno de los involucrados declaró que el libreto se los entregó la DINA. Judicialmente se estableció la falsedad del enfrentamiento y la justicia procesó como autores de homicidio calificado a los capos de la DINA, todos integrantes del Ejército, empezando por Manuel Contreras, Moren Brito, Krassnoff Martchenko, Basclay Zapata, Ferrer Lima y Wenderoth Pozo.
Los periodistas mencionados fueron objeto de interrogatorio judicial como colaboradores de la DINA. Y como resultado del sumario realizado por el Colegio de Periodistas fue expulsado el agente y periodista de la DINA, Roberto Araya Silva.
Julio López Blanco, Claudio Sánchez, fueron amonestados públicamente y suspendida la colegiatura por un año (Ver acá documento). Sanción débil y simbólica, aunque con un importante desprestigio y valor moral.
El montaje de este supuesto enfrentamiento para explicar el asesinato premeditado tras torturas de siete personas es conocido como el caso de la Rinconada de Maipú, y no fue el único montaje de la dictadura militar. Operación Colombo tiene las mismas aristas; “119 opositores se habrían matado entre sí”. El titular de un diario de la cadena mercurial “Exterminados como ratas” es el símbolo que representa a esos medios, a la derecha y al ejército que actuó como su brazo armado.
Porque la responsabilidad represiva es institucional como avalan las noticias de los procesos en curso.
Ese rostro momificado que hoy tiene Claudio Sánchez, representaba el odio sin barreras, el triunfo de la muerte sobre la vida, la fuerza sobre el espíritu, lo militar sobre lo político. Un servil de la dictadura genocida de Pinochet, que tiene directa relación con el encubrimiento de los más horrendos crímenes cometidos durante 17 años de terrorismo de estado, hoy Claudio Sanchez, en cualquier país civilizado, debería ser procesado como cómplice y encubridor. Él, como todos aquellos “periodistas” debiesen estar presos por sus delitos, como todos los criminales, no merecen otra cosa además del desprecio del pueblo.
Hay noticias que alegran y refuerzan el creer que sí hay justicia en Chile. Porque además de tener en su hoja de vida la expulsión y la suspensión de su profesión, tienen además un alto castigo moral que el pueblo chileno hoy juzga. Un castigo que nos alegra, juzgados por ser cómplices del genocidio, y más nos satisface si las sanciones provienen del propio nido que recoge, selecciona e interpreta el quehacer noticioso: El Colegio de Periodistas de Chile.