EL BLOQUE IMPERIALISTA, DIVIDIDO Y DEBILITADO PROLONGA LA CARNICERÍA EN SIRIA
"Lo que estamos viendo en Ghouta oriental y en otros lugares de Siria son crímenes de guerra y potencialmente crímenes de lesa humanidad", dijo el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, el príncipe jordano Zeid Raad Zeid al-Hussein durante el trigésimo séptimo período ordinario de sesiones del Consejo de Derechos Humanos en Ginebra el pasado viernes 2 de marzo. Este príncipe-diplomático, hombre de confianza de Washington y del rey Jordania, dos países que están alimentando la guerra en Siria desde 2011 y financiando y armando grupos de fanáticos salafistas, expresa muy bien la ofensiva mediática y diplomática para evitar que los arrabales del este de Damasco, la Ghouta oriental, bajo control militar de Jaysh Al-Islam, una fuerza apoyada, armada y financiada abiertamente por los saudíes y que cuenta con unos 15.000 terroristas en el enclave, sean tomados por el ejército sirio y sus aliados, liberando así a una población de unas 250.000 personas, tal como ocurrió en Alepo hace un año aproximadamente.
Pero de Alepo, los medios de intoxicación masiva, después de advertir que si caía Alepo habría un baño de sangre, no volvieron a informar. No informaron que a las milicias salafistas que se rindieron se les permitió trasladarse al enclave de Idlib o reintegrarse en la vida civil en un esfuerzo de reconciliación que nunca es informado por los medios informativos al servicio de la OTAN. Tampoco se ha informado que más de 200.000 civiles se han reintegrado a sus hogares de Alepo oriental, una vez que se han retirado más de 2’2 millones de metros cúbicos de escombros, reparados 550 edificios de los aproximadamente 1.500 dañados y unas 300 subestaciones eléctricas de las 2.000 destruidas; se han restaurado también 105 escuelas que atienden a más de 90.000 estudiantes, se han reabierto restaurantes, hoteles, cafeterías, gasolineras.
Los medios al servicio del imperialismo utilizan los sentimientos humanitarios contra el dolor y la muerte de la guerra, como arma de guerra. Igual que Alepo ya no existe, el bombardeo y el ataque del ejército turco, a cuya vanguardia van como carne de cañón las bandas salafistas, al enclave kurdo de Afrin, en el noroeste de Siria, tampoco existe. No hay una condena internacional de la agresión de Turquía a Siria en el cantón de Afrin, ni los centenares de muertos civiles y de miles de heridos por las bombas turcas, son crímenes de lesa humanidad. Afrin, que durante los 7 años de guerra en Siria había sido una zona tranquila, que pasó de una población de 500.000 personas a 1.200.000 gracias a que allí no había frentes de guerra, ha pasado a ser otro territorio sirio bañado en sangre, de donde los civiles, kurdos, árabes, asirios… tienen que volver a huir. Tampoco fue crimen de lesa humanidad convertir la ciudad de Raqqa en el centro de Siria, o Mosul en el norte de Iraq en escombros, porque los que bombardeaban eran los “buenos”, o sea los aviones de EEUU y de otros países de la OTAN.
El pueblo sirio quiere la paz, quiere la democracia, quiere la igualdad social, quiere la libertad para ser creyente de cualquier religión, quiere lo que quieren todos los pueblos del mundo. Hasta ahora, todos los esfuerzos en la búsqueda de la paz del gobierno sirio, de la izquierda siria (la que apoya al gobierno o la que está en la oposición política), la de los países aliados como Rusia, han sido boicoteados por el eje salafista-imperialista representado por Arabia Saudí, EEUU y sus apoyos Otanistas, o por las potencias regionales que quieren ser hegemónicas en la zona como Israel, Turquía y Qatar. La Resolución 2254 de diciembre de 2015 aprobada por unanimidad por el Consejo de Seguridad de NNUU, expresa que: “solamente se alcanzará una solución sostenible a la crisis actual en Siria mediante un proceso político inclusivo y dirigido por Siria que colme las aspiraciones legítimas del pueblo sirio… entre otras cosas, mediante el establecimiento de un órgano de gobierno de transición inclusivo con plenos poderes ejecutivos, que deberá formarse sobre la base del consentimiento mutuo, asegurando la continuidad de las instituciones gubernamentales… un proceso político dirigido por Siria y facilitado por las Naciones Unidas, que en un plazo de seis meses establezca una gobernanza creíble, incluyente y no sectaria, y un calendario y un proceso para la redacción de una nueva constitución, y expresa también su apoyo a la celebración de elecciones libres y justas, de conformidad con la nueva constitución, dentro de un plazo de 18 meses y bajo la supervisión de las Naciones Unidas…”. Ese es el consenso y el mandato de la ONU, pero mientras Rusia ha apoyado la ronda de negociaciones sirias de paz en Ginebra, dirigidas por el mediador de la ONU, Staffan de Mistura, EEUU, Arabia y Turquía las han boicoteado. Rusia también ha impulsado las negociaciones de Astana, con Turquía e Irán, para establecer zonas de alto el fuego, que han sido parcialmente exitosas para evitar muertes y auxiliar a la población civil y finalmente han promovido la Conferencia de paz de Sochi, que ha sido boicoteada por los grupos financiados y apoyados por Arabia y EEUU, mientras que Turquía que oficialmente apoyaba la Conferencia, al tiempo que se celebrara organizaba el ataque a Afrin, bautizándolo siniestramente, como operación rama de olivo. En la Conferencia de Sochi, donde han participado 1.500 representantes de toda la sociedad siria, incluyendo a sectores de la oposición (con representantes de grupos armados con sede en Idlib que han sido asesinados a su regreso por traidores); en ella, con la presencia del mediador de la ONU, Staffan de Mistura se logró aprobar los 12 puntos pendientes desde 2016 en las negociaciones de Ginebra y se elaboró una propuesta para un comité de reforma constitucional bajo los auspicios de las Naciones Unidas. Sochi aprobó por unanimidad que cualquier solución de futuro tiene que estar basada en la soberanía e integridad de Siria y el proyecto político avalado por elecciones libres. Pero, al igual que en la Resolución 2254 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas se llama a derrotar a los grupos que como DAESH, al-Qaeda, al-Nusra, HTS o Jaysh Al-Islam rechazan cualquier proceso político y sólo buscan a través de la guerra y el terror crear un estado fascista-religioso.
El enclave de la Ghouta Oriental, ha sido utilizado por las bandas salafíes como plataforma de ataque a Damasco. Desde allí querían asaltar la capital de Siria y desde allí se ha estado bombardeando constantemente los barrios céntricos de la capital; el poder absoluto lo tiene la familia Alloush, el jefe Zahran Alloush, desde julio de 2012 hasta su muerte, a finales de 2015, anunciaba varias veces por semana que iba a tomar Damasco y que cuando lo hiciera ejecutaría –sin juicio– a todos los «infieles»; impuso la sharia en la Ghouta y ejecutó a un gran número de personas; su primo Mohamed Alloush tomó el mando de Yesh al-Islam, célebre por matar homosexuales lanzándolos al vacío, a principios de 2016.
Desde los valores éticos de la izquierda, hay que exigir que se cumplan los acuerdos internacionales de protección a la población civil en caso de guerra. También hay que exigírselo al gobierno sirio; se debe evitar el bombardeo sobre objetivos civiles, crear corredores humanitarios para la evacuación de personas que lo deseen y para el suministro de alimentos y medicinas. Pero hasta ahora las evidencias indican que los esfuerzos de los gobiernos sirios y ruso van en ese sentido y por el contrario, son los grupos salafistas los que toman a la población civil como rehenes, matan a los que pretenden abandonar los enclaves que controlan y bombardean los pasillos humanitarios por donde podrían salir la población civil; solo que en la narrativa de los medios de comunicación dominante del bloque salafista-imperialista, los grupos de militantes fanáticos, armados hasta los dientes no existen y los malos de la película, los gobiernos ruso y sirio bombardean por maldad a su propia población civil.
Pero las iniciativas de alto el fuego y de negociaciones de paz vienen de los gobiernos sirio y ruso y están apoyadas por la mayoría de la población de Siria. La nueva ofensiva mediática imperialista, a la que mucha gente pacifista y de buena voluntad prestan oído, es otra acción desesperada para evitar que el pueblo sirio derrote la agresión imperialista y que la correlación de fuerzas en Oriente Medio cambie radicalmente, después de la guerra infinita que abrió EEUU con la primera guerra del golfo en 1991, y que ha continuado en sucesivas guerras y que tiene su germen sembrado por Hamas en Palestina y su ofensiva contra de Israel. Estados Unidos y Turquía socios en la OTAN enfrentados, Arabia Saudí y Qatar, financiadores principales del terrorismo salafista, enfrentados; el Frente de Resistencia en Oriente Medio (Siria, Irán, Hizbulá, Houtis…) amplían su fuerza y aumentan su influencia en países como Iraq, Yemen, Líbano o Egipto; Ojalá la paz llegue pronto a millones de personas que sufren la guerra en Siria, Iraq, Yemen…en todo el medio oriente; pero esta paz se construirá sobre la derrota de la ocupación y de los planes del imperialismo para controlar la zona más estratégica del mundo por sus reservas energéticas y por su situación de centro del mundo.