El crudo testimonio de una mujer brutalmente torturada en los cuarteles de la CNI: "Estoy acá para contarlo todo"
El siguiente es un crudo testimonio de una mujer que fue brutalmente vejada durante la dictadura de Pinochet. Uno de los tantos, que por desgracia, persiguen como una pesadilla a esta víctima, que por temor, ha preferido no revelar su identidad, pero nos cuenta que le costó mucho decidir hacer su caso público -aunque anónimo- para que las nuevas generaciones supieran cómo actuaron los miembros de la CNI, así, como otros organismos represores, dejaron una marca de por vida a sus víctimas.
La tortura, aplicada a quienes fueron detenidos después del golpe militar de Pinochet, buscó tres objetivos fundamentales.
Por una parte, conseguir rápidamente información con el objeto de efectuar otras detenciones y desbaratar presuntas actividades subversivas de los partidos políticos, los partidos de izquierda.
En segundo lugar, quebrar la resistencia del prisionero, anulándolo en su condición de cuadro político e inutilizándolo para el ulterior desarrollo de tareas partidarias o de oposición.
Y por último, castigar como venganza, por la afiliación ideológica o partidaria -por supuesto de izquierda- del detenido.
En estas acciones. los servicios de inteligencia de las Fuerzas Armadas (FF. AA.), Carabineros e Investigaciones actuaron sin tregua durante los primeros meses siguientes al golpe. Algunos de sus integrantes dieron muestras de haber sido entrenados en la aplicación de la tortura, seguramente en la Escuela de las Américas, USARSA, situada en la zona del canal de Panamá o en otros lugares, o bien con personas de Brasil o Uruguay, países regidos también por entonces por brutales dictaduras militares.
El siguiente es un crudo testimonio de una mujer que fue brutalmente vejada durante la dictadura de Pinochet. Uno de los tantos, que por desgracia, persiguen como una pesadilla a esta víctima, que por temor, ha preferido no revelar su identidad, pero nos cuenta que le costó mucho decidir hacer su caso público -aunque anónimo- para que las nuevas generaciones supieran cómo actuaron los miembros de la CNI, así, como otros organismos represores, dejaron una marca de por vida a sus víctimas.
Era el primer semestre de 1986. Quiero contar lo que me hicieron las hienas más cobardes, de las aberraciones que sufrí, de las propias manos de los agentes de la CNI.
Tenia 17 años cuando me detuvieron. Todos los prisioneros teníamos que estar con los ojos vendados. Me mantenían despierta por varios días. Amarrada de manos y pies a una silla. Me torturaron me aplicaron corriente en genitales y boca. Me dieron golpes de pie y puño. Me golpearon con gruesas guías telefónicas en mi cabeza. Me golpearon con sacos mojados en espalda y estómago.
No conformes con eso, me arrastraron del pelo por las escaleras. Sumergieron mi cabeza en tambores con excremento. Y porque para ellos eso no fue suficiente, me quebraron las costillas y algunos huesos de mis manos.
Lo disfrutaban, ver sufrir a la gente era como una droga para ellos. Aún así no me soltaron más. Escuché a uno de ellos que "aún hay que seguir dándole". Me obligaron a tener sexo oral hasta hacerlos eyacular, mientras me pisaban las manos. Ya con fractura mientras me apuntaban con un arma en mi cabeza, me violaron entre varios al mismo tiempo de las formas más aberrantes.
Me introdujeron arañas en mi vagina, palos y tubos por el ano, (por lo que posteriormente me tuvieron que reconstruir el ano).
Me hicieron muchos simulacros de fusilamiento.
Yo no fui la única... a una de mis compañeras de celda, le arrojaron a la ribera del río Mapocho con una bala en el abdomen.
En consecuencia, yo no comía, ni bebía agua, caía en estado de inconsciencia y, naturalmente, no veía otra salida realmente más que la muerte...
Pero sobreviví...
Debo hacerme la valiente, y contar a más de 45 años lo que me tocó vivir. Como una mala película de terror, lamentablemente mi caso no fue el único, hay miles de casos más, unos que no sobrevivieron para contarlo, otros que por miedo aún no lo hacen... y otras como yo, aunque de manera anónima, lo hago.
Aún tengo miedo que me reconozcan por mi testimonio, pero debo ser valiente...
Solo quiero que sepan que fueron unos cobardes, y morirán como tales.
Por favor, a las generaciones venideras, que lo sepan, que todos se enteren, la cobardía los hará perdurar por el resto de la historia de Chile...
La venta de Venda Sexy: La pelea por construir una Memoria Feminista
¿Existe una memoria feminista? ¿Se ha reivindicado a las mujeres que lucharon contra la Dictadura? ¿Qué sabemos de ellas y cuándo comienza a narrarse la historia de los feminismos? En un nuevo 11 de septiembre, y en medio de la escandalosa venta de la Venda Sexy a una inmobiliaria, surge la necesidad de visibilizar a las prisioneras, ejecutadas, desaparecidas y sobrevivientes, y las violencias que vivieron por el hecho de ser mujeres.
Si la memoria se escribe en el margen, la memoria de las mujeres se construye en el borde. La venta de Venda Sexy a una inmobiliaria abre el debate. La casa fue declarada Monumento Histórico el 2016, lo que le daba prioridad al Estado para su adquisición. Esto no fue respetado. Su compra no fue informada al ministerio de Bienes Nacionales. La Coordinadora Feminista 8 de Marzo (CF8M), junto a la agrupación de Mujeres Sobrevivientes Siempre Resistentes (MSSR) se encuentran en conversaciones con el Consejo de Monumentos Nacionales, el INDH y la Comisión Iberoamericana de DDHH para lograr que la compra quede ilegítima y, así, lograr que la Venda Sexy se recupere como sitio de memoria.
La Venda Sexy está ubicada en la esquina de Irán y Los Plátanos, en la comuna de Macul. En la vereda, un stencil color amarillo brillante repite la paradigmática pregunta: ¿Dónde están?
“Se sabe entre los vecinos”, dice una chica de quince años, polerón rosado, en el paradero de la D16. En el minimarket Sylvia, Carolina, de 38 años, cuenta que en esa casa se torturaba. Que hay un sótano donde “se sienten voces, ruidos”. Un hombre limpiando un auto blanco recuerda que de niño se trepaba sobre el muro aledaño a esa casa, “y veía autos con patentes argentinas”.
En una casa que queda por El Líbano, al sur, vive Patricia hace cincuenta años. Su hermano es DD.DD. En su casa tiene fotos de sor Teresa de Los Andes, Michelle Bachelet y su hermano, en blanco y negro: pelo largo, cejas gruesas y patillas, mirando a la nada con cara de chiste.
“Se supo con la democracia. Sí recuerdo que había mucha música. Pasaron muchas mujeres. Estuvieron ahí siempre vendadas, las que salieron se acordaban de cómo era la casa”, dice Patricia, quien incluso se pregunta si su hermano habrá pasado por ahí.
Oficialmente se reconoce la presencia de 87 personas que pasaron por la Venda Sexy (a partir de ahora, VS). De los 27 DD.DD., cinco son mujeres: Marta Neira, Nilda Patricia Peña Solari, Ida Vera Almarza, María Eugenia Martínez y María Isabel Joui. Fue una casa que se concentró en aniquilar el sector estudiantil del MIR. Y pese a que tuvo una proporción mayor de prisioneras frente a prisioneros, y que se especializó en delitos sexuales, en Chile, la violencia de género con carácter de tortura política no existe legalmente. El tema es que, aun cuando las violaciones emergen de los relatos de tortura de los informes Valech y Rettig, las comisiones de verdad no hicieron directamente la pregunta ¿usted fue violada/o por un policía, por un militar, por un miembro del ejército?
Lugares de memoria
Actualmente, el monumento “Mujeres en la Memoria” es el único lugar que reconoce la memoria de las mujeres víctimas de la represión dictatorial. Está ubicado arriba de la estación de Metro Los Héroes, y se logró gracias al trabajo de Sandra Palestro, el año 2006. Domingo 8 de septiembre: se constata que está destruido. Se mantiene cerca de la mitad de su estructura de vidrio, mientras el resto está desperdigado en el cemento como cristales. Huele a orina. Se leen algunos nombres de mujeres escritos con pintura blanca sobre el piso, como el de Nalvia Mena Alvarado.
En el caso de VS, se sabe que la casa ya ha sido remodelada. Sobrevivientes ingresaron a ella por primera vez en 1990, luego de haber permanecido ahí secuestradas, cuando constataron que era una casa y no una mansión, como la dimensionaban con la venda. Entraron nuevamente el 2014, en el marco de una investigación llevada a cabo por el ministro Hernán Crisosto, donde vieron que donde antes había un patio ahora había una piscina.
Valentina Pineda, geógrafa, es parte de Ciudad Feminista, ONG involucrada en la disputa por el Derecho a la Ciudad de Mujeres y Niñas. Piensan un urbanismo feminista, que se haga cargo de la experiencia pública de ser mujer. Valentina explica que, desde la Geografía, un lugar se entiende como un espacio cargado de sentido: “La historia es lo que le da sentido a los lugares, y Venda Sexy es un lugar de memoria que debería tener otro tipo de connotación mucho más ligada a la reflexión”.
De hecho, explica Valentina, los espacios patrimoniales vinculados a hechos de violencia tienen una narrativa territorial trascendente y colectiva, “y se narra desde un sujeto común que en este minuto está siendo invisibilizado, que son las personas que efectivamente vivieron una situación de tortura en este lugar”, comenta.
Beatriz Bataszew Contreras fue torturada y violada en VS. Exiliada, clandestina. Pide que se reivindique el apellido de su madre. Pelo rojo brillante, mejillas rosadas. Fuma uno tras otro sus cigarros light. De las sobrevivientes de VS, son muy pocas las que están en Chile, dice, y ella se declara como la única “feminista-feminista”.
“Lo de VS es simbólico, pero la verdad es que el 95% de las mujeres que pasamos por casas de secuestro y de tortura de la DINA y de la CNI fuimos objeto de crímenes sexuales de distinta magnitud, porque esa era la política del terrorismo de Estado hacia nosotras, como una forma histórica de disciplinarnos, de castigarnos, de mandarnos para la casa”, explica.
A partir de 2014, y en el marco de discusiones entre mujeres sobrevivientes de distintos centros de tortura, Beatriz junto a otras compañeras decidieron desligarse de la Asociación de Memoria y DD.HH. Venda Sexy, tras haber sufrido misoginia por parte de sus compañeros al haber planteado el tema de la Violencia Sexual. Ahí surgió la agrupación de Mujeres Sobrevivientes Siempre Resistentes (MSSR), donde se conceptualizaron fuera de la victimización apolítica, relevando los crímenes que vivieron como mujeres.
De la declaración de la casa como Monumento Histórico del 2016 data el “único documento oficial del Estado chileno que declara que el terrorismo de Estado tomó una expresión distinta en el cuerpo y en la sexualidad de las mujeres, diferenciada y desigual con relación a los hombres”, cuenta Beatriz, “y sigue la pugna”.
La pelea por existir en el derecho
Le llaman Violencia Política Sexual, una estrategia específica que se tuvo de manera diferenciada y desigual sobre los cuerpos de las mujeres. Se ha reconocido como violencia esporádica, pero ellas pelean porque sea vista como violencia sistemática.
MSSR pidió patrocinio al Sernam en la búsqueda de tipificar la Violencia Política Sexual (desde ahora, VPS) como un delito autónomo, distinto a la tortura. “Y también le pedimos que se hiciera parte de las querellas, no solo de nosotras las sobrevivientes, sino de nuestras compañeras DD.DD., incluso con sentencia ejecutoriada”, dice Beatriz, dado que de sus relatos también emerge VPS. “Esos crímenes están impunes al igual que en el caso nuestro”, comenta.
MSSR pidió que además se incluyeran las querellas de las jóvenes estudiantes que fueron agredidas sexualmente por carabineros en el marco de las protestas estudiantiles del 2011-2012.
Claudia Uriarte doctora en Derecho del Centro de Derechos Humanos de la Universidad de Chile, explica que, en la región, el rango de los crímenes considerados violaciones a los DD.HH. fue ampliado por el esfuerzo de feministas limeñas cuando denunciaron el periodo de violencia vivido en Perú a fines de los ’80, del cual data la extinción de comunidades y la esterilización de mujeres. Entonces, la pelea por la tipificación de un delito con perspectiva de género es aún más dramática, ya que se relaciona con lo que se considera una violación a los DD.HH. y la condición de las mujeres como sujetos de derechos.
“Hay una forma de violencia que es más marginal, que no aparece como principal pero puede ser tanto o más brutal. Son las formas colaterales en que la crisis social se expresa en una forma de agresión contra las mujeres. No siempre es contra las dirigentes, las más políticas… acá en Chile, en el mundo poblacional, se reprimió a mujeres que a veces tenían liderazgo, a veces, no. Era una represión de un vuelve a tu lugar para ajustar el rol social a la nueva realidad. Son procesos que están empezando a mirarse, porque ni siquiera sabemos cómo existió”, dice Uriarte.
En agosto, el Instituto Nacional de la Mujer publicó Camarines de Mujeres: Memorias de prisioneras políticas del Estadio Nacional, editado por Andrea Pequeño, Isadora Salinas y Tamara Vidaurrazaga. El libro es el primero en reunir sólo testimonios de mujeres, relevando las formas de violencia ejercida específicamente contra nosotras. Testimonios que reviven apremios recibidos en el sector de la piscina del Estadio Nacional, y luego, en la Cárcel Correccional El Buen Pastor, “la Corre”, donde muchas fueron trasladadas. De acuerdo a este libro, en el primer listado del Informe de Prisión Política y Tortura, de un total de 3399 entrevistadas, casi todas señalaron espontáneamente ‘haber sido objeto de violencia sexual’, y 316 declaran haber sido violadas, aun cuando ninguno de los informes realizó la pregunta directa.
Camarines de Mujeres propone el término Violencia Genérico Sexual para relevar las vejaciones dirigidas a “sujetos mandatados socialmente a un lugar secundario y victimizado”, mientras que CF8M y MSSR ponen el acento en la dimensión política que dirige este castigo. Uriarte, desde la Academia, valora todo lo que sea conceptualizar “en el sentido de develar identidad”, ya que, sentencia, “la historia de las mujeres en su condición de presas, de torturadas, de perseguidas, es más bien una historia marginal, o que se construye en el borde”.
El Hijo Rojo
La mesa de trabajo que buscó tipificar la VPS, que funcionó entre 2015 y 2016, donde participó el Sernam, el INDH, el ministerio del Interior y el ministerio de Justicia terminó por cerrarse dice Beatriz, “y no pasó absolutamente nada”.
Sin embargo, a fines del año pasado, la MSSR logró que la VPS se incluyera en el programa que llevó la CF8M en la huelga feminista, y que se acordó tras un encuentro plurinacional. Javiera Manzi, socióloga, investigadora en Arte, y una de las voceras jóvenes de la CF8M, comenta que dentro de la coordinadora, “nos parece fundamental reconocer la VPS como una estrategia específica que se tuvo de manera desigual y diferenciada sobre los cuerpos de las mujeres”. Piensan que la VPS es estructural y se expresa actualmente en casos de violencia policial como el de las secundarias agredidas por carabineros en el marco de las huelgas estudiantiles, o el más dramático caso de Lorenza Cuyan, la mujer que parió grillada.
Manzi representa a la cuarta ola feminista, y tiene claro que la violencia ejercida en VS tenía como objetivo “impregnar una memoria y un miedo que quedase inscrito en los cuerpos”. Por tanto, su existencia es clave en lo que llaman “hilo rojo de rebeldía feminista”, donde se piensa una memoria feminista a futuro que funciona como horizonte de lucha.
“Tiene que ser una reflexión que conecte las formas de la violencia y también los horizontes políticos de las luchas de hoy. Y a eso le llamamos el hilo rojo de rebeldía feminista, que conecta los puntos, conecta las distintas luchas, conecta a las pobladoras y las ollas comunes con las mujeres que se organizaron desde sindicatos, desde organizaciones de DD.HH.”, declama. Esta visión incluye la visibilización de todas las disidencias omitidas, subordinadas y consideradas secundarias en las narrativas hegemónicas sobre la resistencia a la dictadura.
Desde su investigación, Javiera ve que, en general, “se subordina y se deja en un lugar muy secundario la participación activa de las mujeres en todos los ámbitos, la necesidad que hubo de ellas y su fortaleza para poder resistir”, dice. Por tanto, también invita a hacer un ejercicio de memoria que traiga a la luz las historias de cada una de las mujeres DD.DD. y ejecutadas, “de las que se sabe muy poco, que casi nunca son nombradas”.
Problematizar el silencio
En octubre, la sala de teatro de la Universidad Mayor estrenará Irán #3037, obra que recoge la historia de VS, como una casa que devela su propia memoria a una menor de edad, que a través de esta historia se hace consciente de sus propias vejaciones. Patricia Artés, directora de la obra, dice que el silencio de esta historia nos hace vivir como “si ningún militar hubiera violado a mujeres en dictadura”. De ahí que su obra vincula la memoria con los nuevos feminismos, donde la violencia estructural ejercida por el Estado se ve como la otra cara de “las violencias cotidianas que ha sido normalizadas”.
Desde la educación, la colectiva de profesores LGBTIQ+ Pizarra Chueca trabaja por visibilizar a los sujetos que están detrás de la figura sagrada y ahistórica del docente, y generar un debate respecto al silenciamiento que produce el currículum escolar, un lugar desde donde es posible construir una memoria feminista y también, disidente.
Mario Catalán, profesor de Historia, magíster en Estudios de género, doctorado en Educación, integrante de Pizarra Chueca, explica que la perspectiva de género se introdujo al currículum a fines de los ’90, con lo que se abrió una ventana para hablar del lugar de las mujeres en distintas áreas de la enseñanza. “Pero al parecer esa ventana quedó chica. La Historia de las Mujeres quedó limitada a algo anecdótico. Reproducía esa historia en un lugar minoritario, subordinado a los grandes eventos y procesos. Qué decir con lo queer y con lo disidente, ahí hay un silencio explícito”, comenta.
Desde el activismo y la investigación, Catalán ha observado que la inclusión de memorias disidentes es un acto de rebeldía que intencionan algunos profesores que buscan problematizar ese silencio, algo no ajeno a la condición de sujeto de ese docente. Por ello, visualiza el currículum como un territorio de disputa, “un lugar de inclusión de los sujetos. Si queremos entrar en esa disputa por un currículum disidente y feminista tiene que darse un proceso abierto donde estas voces históricamente silenciadas puedan ser parte de una discusión propositiva para que ese currículum se construya y que no sea una imposición de las elites”, comenta.
Proponer, por ejemplo, entradas a la dictadura desde las mujeres, pero también desde activismos como el trabajo de Las Yeguas del Apocalipsis. Hablar de crímenes contra los DD.HH. mencionando en primer lugar la violación sistemática realizada a mujeres, pero también a hombres, como forma de causar terror. Pensar en la Venda Sexy como el lugar donde la música fuerte acallaba los gritos de las prisioneras que eran violadas por el perro Volodia, y reflexionar desde ahí cómo se violan los DD.HH.
El problema es que la memoria necesita fijarse en un lugar. Y si la Venda Sexy no se recupera, es como si esa historia no hubiera pasado.
Valentina Pineda piensa que por el tejido urbano del barrio donde se encuentra VS, este podría fácilmente incorporarse a una ruta patrimonial. Sin embargo, en nuestra economía, la primacía de lo privado por sobre lo público hace que “lo que importa de ese lugar es que yo lo puedo vender, transformar y, con eso, olvidar para siempre”.
En ese sentido, para Javiera, el descuido del Estado en esta materia no es casualidad, y ve en la venta de VS “un caso muy claro de cómo los sitios de memoria pasan a ser espacios de especulación financiera, de igual manera con lo que pasó en Villa San Luis, donde el entrelazamiento de las políticas negacionistas con el modelo neoliberal entra en un momento de alianza absoluta”, dice, y remata reflexionando que “son las condiciones de nuestro sistema económico: especular, gentrificar y negar la historia reciente”.
¿Y si VS se recuperara? Beatriz dice que existe un proyecto colectivo que rechaza la construcción de una memoria institucionalizada. En ese sentido, quieren gestionarla desde las bases, “y que no pase que seamos el vagón de cola de esas luchas”. Con más de cuarenta años de militancias, Beatriz ya sabe que para las mujeres es mejor andar solas, “porque si andábamos con los otros, íbamos a ser de nuevo colaterales, marginales”.
Cada 11 de septiembre, vecinas y vecinos de VS se reúnen afuera de la casa a encender velas por las compañeras caídas. Paseando por el barrio, toco el timbre, y pregunto a la mujer que me habla si sabe que en esa casa se cometieron violaciones. Me responde que no.
Beatriz lleva quince años en un juicio por su causa, y aún espera sentencia. Le comento que parece que la justicia se pelotea su caso, y dice que sí, y que es porque los que violentaron sexualmente fueron los “milicos, las fuerzas armadas, los aviadores, los carabineros, investigaciones… ¿pero desde dónde pueden aparecer estos valientes soldados como los violadores?”, se pregunta.
El fin de semana decido encontrarme con mi compañera en el Memorial de las Mujeres. Ninguna de las dos lo conocía. No tan lejos está el memorial de “Chile a sus héroes”, limpio y rodeado de flores. Nos da rabia ver que el único lugar que recuerda a las caídas está destruido. “La Gladys Bustos, la que vende libros feministas se está organizando para venir a limpiar”, me comenta. Y yo pienso que deberíamos, que nos corresponde.